martes, 22 de marzo de 2016

JUEVES SANTO 2016

Hablamos de vidas apasionantes, de relaciones apasionadas, de crímenes pasionales… Y estos días vamos a oír hablar muchas veces de la Pasión de Jesús. La contemplaremos en cuadros y pasos, la escucharemos en relatos sobrecogedores, la veremos en escenas cargadas de dramatismo: veremos una Verónica llorando, un Juan apesadumbrado, un galileo con dos palos cruzados al hombro, veremos una Magdalena arrodillada, una Madre rota de dolor, un Pedro avergonzado, un Hombre amarrado, luego clavado en una cruz… Todas ellas, escenas llenas de pasión. Porque sin pasión es difícil entender esas vidas.

Se nos ha acusado a los cristianos de que alentamos al sufrimiento, al sacrificio y a la penitencia, y que no nos gusta la alegría, ¡No!. ¡A Dios no le gusta la sangre!. ¡No! La sangre la quieren y la buscan los verdugos, nosotros ¡no!. La muerte la siembran los asesinos, nosotros ¡no!. Y si alguna vez fue así nos estábamos equivocando. La burla la hacen los espectadores, nosotros ¡no!. ¡Y Cristo, menos!. ¡Nosotros lloramos y nos compadecemos!. Por eso no se nos entiende. Porque…

En un mundo que busca el éxito fácil y visible, o la mayoría solo para imponerse o imponer sus ideas, o la dádiva como estrategia… no tiene cabida la pasión sino la ganancia y hasta la usura. En un mundo de titulares llamativos, de portadas impactantes, de méritos y medallas, de postureo y de fachada, de galardones y vitrinas, de diplomas y reconocimientos… no hay sitio para Dios. Y mientras tanto no haya sitio para Dios, el diablo y la debilidad humana hundiéndonos en un mundo de individualismo, de división y revanchismo, al que siempre encontramos justificación.

¿Donde se nos ha quedado el vivir por un ideal, el luchar por una causa, el vivir de acuerdo a la fe del Bautismo y, donde ha quedado nuestra fidelidad a unas costumbres cristianas que con tanto decoro vivieron nuestros antepasados y por las que tantos sacrificios hicieron?. Lo dicho, los espectadores sacando rédito, mientras la sociedad se va deshaciendo en pedazos, eso sí, sin que se les note mucho.

Menos mal que Jesús sigue con nosotros, acompañándonos hasta el final. Para eso nació y, apasionadamente, para eso vivió: para juntarnos. Al rebaño disperso, a la familia desunida, a los enfrentados por sus ideas… quiso reunirlos. Nació para juntarnos, vivió para juntarnos, reza para juntarnos, fue crucificado por juntarnos, y… resucitado sigue tratando de juntarnos. Aquí, allí, en la plaza, en el consistorio, en la casa y en la Misa. No ha hecho otra cosa que juntarnos. ¡Y nosotros levantando muros, rompiendo puentes, cerrando fronteras y negando acuerdos!

¡Donde estén dos o tres reunidos…! ¡Amaos como yo os he amado!

 

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